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![]() Lunes 3 de
octubre, 2005
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Crítica de música: Intérpretes superiores " De vuelta. El director y el solista se habían presentado antes con la OSN." ![]() Óptimos. Director invitado, pianista y la OSN alcanzaron un desempeño sobresaliente. Garrett Britton La Nación
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Superlativos
deleites
estéticos deparó a los oyentes el noveno concierto de abono de la
Orquesta Sinfónica Nacional (OSN), el viernes, en el Teatro Nacional,
tanto por la batuta relevante del israelí Ferenc Gabor,
director invitado, como por la actuación reluciente del ruso Andrei
Písarev, solista en el piano.
Excelsas
también fueron las composiciones del programa, obras maestras de
Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791), figura incomparable del clasicismo
vienés, y de Serguei Prokófiev (1891-1953), representante eminente del
modernismo ruso. En
su cuarta presentación en el país, y tercera con la OSN, Písarev de
nuevo hizo demostración palmaria de dominio instrumental y sensibilidad
artística, gracias a la deslumbrante ejecución que forjó deldifícil Concierto
N° 3, en do mayor, para piano y orquesta, opus 26, de Prokófiev. El
compositor era un pianista formidable y concibió la pieza, terminada en
1921, como vehículo personal para su virtuosismo. Písarev
superó las dificultades técnicas con aplomo, produjo sonidos matizados,
contrastó con delicadeza los aspectos percutidos y líricos, y manejó de
modo preciso los complicados ritmos motores que jalonan el discurso
musical. Asimismo,
Gabor y la OSN se impusieron a los escollos que el acompañamiento
acumula y respaldaron sin fisuras al solista. Al
inicio, el director y el conjunto modelaron una versión bruñida y
puntual de la Obertura de La flauta mágica, última
de las obras dramático-musicales de Mozart, estrenada en Viena en 1791,
poco antes del fallecimiento del compositor. El
concierto finalizó con la lectura majestuosa que Ferenc Gabor y la
Orquesta Sinfónica Nacional plasmaron de la Sinfonía N° 41, en do
mayor, KV 551, conocida como Júpiter, postrimera de las
sinfonías de Mozart, concluida tres años antes de su muerte y que nunca
llegó a escuchar. La
interpretación resaltó la estructura grandiosa de la obra, sobre todo
en la claridad del ordenamiento en contrapunto de los seis temas del
molto allegro final, las secciones se mantuvieron ágiles en sus
respuestas y el conjunto produjo sonido recio y lustrado. En
suma, este ha sido uno de los mejores conciertos desde que el maestro
Irwin Hoffman dejó la dirección titular de la OSN; así lo reconocieron
los aplausos nutridos del público. Es
de esperar que tanto el director Ferenc Gabor como el pianista Andrei
Písarev nos vuelvan a visitar pronto. Andrés Sáenz
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ORQUESTA
SINFÓNICA NACIONAL (OSN). |